Capítulo 71: Un domingo cualquiera, 04:30

El llanto de Claudia me despierta, y Pancho tira de la manta y me mira como diciendo: “Venga, tío, sé un buen padre”. Llora y berrea desde su cuna, como supongo que lo hacen todos los bebés. Yo sigo la rutina de rigor, que es comprobar si tiene el pañal seco y preguntarle si tiene hambre. Nunca me contesta, pero como tiene el pañal seco asumo que tiene hambre.

Le preparo un biberón, y mientras caliento el agua en el microondas me doy cuenta de que son las cuatro y media de la mañana. Levanto las persianas para ver si el mundo sigue ahí y ahí sigue, oscuro y frío, como esta parte de mi vida.

Me siento en el sofá con Claudia entre los brazos, tragando como si le fuera la vida en ello. Agarro el móvil y hago lo que hace la gente a estas horas: le echo un ojo a Twitter, pongo algún “Me gusta” en Facebook y respondo un par de correos con un “LOL” o un “WTF?”.Y en la tele; teletiendas, películas eróticas y mensajes con “tema del bueno”.

De repente suena el móvil y ya no son las cuatro de la mañana, son las diez. Claudia duerme entre mis brazos, con un chorretón de leche seca en el moflete y en una postura que no parece nada cómoda. Pancho, desde su cojín, bajo la tele, me mira, como diciendo: “Venga, tío, sé un buen padre”. La que llama es Lola:

—Hola, Lola.
—Alberto. Tú libro está ya en imprenta. Sale a la venta el mes que viene.
—¿Ha quedado bien?
—¿El qué?
—La portada. ¿Ha quedado bien?
—La portada es una mierda. Le dije a los de diseño que hicieran algo rápido y barato. Pero es una portada y no te llamo para oír tus quejas. Haz las maletas. Mañana nos vamos de viaje.
—¿De viaje? ¿Los dos?
—Hay una recepción, una convención, no sé. Un rollo de exportar producto cultural catalán al extranjero. Ya sabes, mierda política. El caso es que a alguien de las altas esferas le gustó tu primera novela y sugirió que fueras uno de los invitados. Sugirió, entre comillas, claro. En fin, habrá más gente allí. No te hagas ilusiones.

Sí, en fin, ya me las había hecho...

—¿Y dónde es?
—En Santorini. Una de esas islas griegas de mierda. Si ya, Grecia está en crisis, ¿qué coño hacemos exportando producto catalán a Grecia? Ni idea. Además, Santorini en invierno tiene que ser de pena.
—Sí, supongo.
—Hasta mañana. El avión sales a las diez. Terminal dos.

Y antes de que diga “adiós” ya ha colgado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario